octubre 26, 2005

HEAVEN HOLDS A PLACE FOR THOSE WHO PRAY

Caballeros y meretrices, ya va siendo hora de dar un sonoro puñetazo en la mesa.

Algunos intrépidos lo harán sobre material Ikea, elucubro. Yo sólo rompo barajas sobre madera de sequoia y traseros nacarados, pero no me ofendo -demasiado- por sus actos. Mi abuela dice que de todo debe haber en la viña del señor. Despreocúpense ante mi más rotundo desprecio y limítense a atender. Abran bien los ojos.

Debemos dar un buen puñetazo. Y debemos hacerlo por dos motivos:

1. Las jovencitas de delicada figura, generosos labios y outfit multiorgásmico.
2. El rancio y desbordante culto a sus formas. Detestable práctica que dejó de ser divertida varios lustros ha.

Despoblemos por completo todos los fleshbot, high pornographers y suicidegirls, y hagámoslo a quemarropa. Cuanto antes mejor. Que a una le guste un buen culito brillante y una batería de azotes bien dados, no la obliga a dedicar su vida al masivo estudio de las japonesitas back to school que tanto proliferan en la triste actualidad. Seamos serias y busquemos todo lo práctico que hay bajo la vacua superficialidad de los bolletes púber.

Y ustedes, hombretones de piel cuarteada y cimbel hambriento, sepan que la madurez femenina puede ser mucho más efectiva que unos pompones y un par de trenzas a las que agarrarse. Solo unas pocas elegidas conocen todas las teclas a pulsar y todos los orificios a ocupar.

Desde éste sublime fragmento del ciberespacio, La Pedante les sugiere que eliminen todos sus recuerdos y fetiches de Kuriyama Chiaki y dejen hueco para cotas más altas. Den un golpe y abran una nueva puerta.


Ahora ya pueden correrse.


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